miércoles, 18 de enero de 2012

JOSÉ SOLER MORMENEO
El último portellano a “la greda” de Trimouns

José Soler Mormeneo cuelga definitivamente las llaves de su minibús. Después de haber estado cuarenta años en Trimouns le llega la hora de su jubilación, como si fuera una recompensa, un momento importante en su vida de trabajador temporero.

A sus dieciocho años, al igual como ocurrió a otros vecinos suyos de la localidad de Portell, España no le daba el empleo que necesitaba, y como no podía quedarse en su país natal, tuvo que tomar una difícil elección: marcharse a Francia, como tantos otros hombres de su pueblo, para quedarse seis meses en Trimouns. Eso fue en 1967,( anteriormente antes de la nefasta guerra civil del 36 que asoló nuestra querida patria, ya algunos portellanos dejaron en estas tierras sudor y lágrimas, pero el año 1957 fue el de la gran avalancha a tierras francesas, dejando esposas con niños acabados de nacer y otras embarazadas o a punto de tener hijos), centrándonos en el año 1967, y en concreto con nuestro protagonista José Soler Mormeneo, ese año subió por primera vez a la cantera, donde hacía de electricista, más tarde fue sacador con pico, instalador de averías y, más tarde durante dieciocho años, agente de mantenimiento del “pueblo”. Con el desempeño de esos diferentes cometidos fue adquiriendo una gran polivalencia, José es un hombre jovial, lleno de lealtad, siempre dispuesto a hacer un favor y que se ha hecho un personaje importante en la vida de Trimouns. Además es el conductor del minibús de la empresa, disponible para el personal temporero en caso de necesidad y durante los fines de semana. ¿Quién no ha topado con él algún día en la sala de espera del médico o el dentista, un sábado haciendo la compra en el mercadillo o en los aparcamientos de los supermercados locales?

José ha visto con sus propios ojos la evolución de la empresa y de las condiciones de trabajo. Vivió la época en que la cantera estaba dividida en dos, norte y sur, y 1200 hombres se afanaban en ella. Recuerda que por aquel entonces cuando se instalaba en Trimouns por mayo, no volvía a bajar de allí hasta el mes de octubre.
“El trabajo era muy duro y sólo teníamos un día de descanso, el 15 de agosto.La única excursión era un viaje a Lourdes “, cuenta José.
También ha podido observar las mejoras introducidas en las condiciones de la vivienda del personal temporero. Al principio se alojaban en un gran dormitorio; luego llegaron las habitaciones de diez, una estufa de carbón en medio, sin agua caliente; más tarde en los años 80, la situación dio un giro radical, pues se construyeron las casitas, por fin tuvo su propia habitación, con ducha, y comodidad.
Aunque las condiciones hayan mejorado ostensiblemente, se echa de menos la familia. “Esto no es vida, seis meses aquí sin tu familia, pero hay que tener paciencia para ganar algo de dinero y poder vivir “ ,confiesa José.
En cuarenta años, su familia sólo ha podido venir a visitarlo dos veces, aunque es muy poco, cuántas familias de portellanos no han podido ver en donde sus maridos, hijos o padres, se han dejado un poco o un mucho de su vida.

 Y para matar el aburrimiento, antes de que llegara la televisión, se juntaban los paisanos, ya fueran los del mismo pueblo, los de otras regiones, o compañeros de trabajo en sí, españoles, portugueses o marroquís, en fin y a la postre, todos lejos de sus familias y para un fin común el ganar un dinero para tener un futuro mejor. Menudas partidas de “ guiñote” y “botifarra” se organizaban. Cuando llegó la televisión esta consumía la mayoría del tiempo libre. Y en la actualidad desde que se tiene la parabólica se entera uno de las noticias de su país. Y también está la montaña, que eso sí, es preciosa.
Durante todos estos años, José ha ido compaginando las temporadas a la “greda” de Trimouns con la agricultura, a la que se dedica en su pueblo, PORTELL DE MORELLA , en la provincia de Castellón. Es un pueblo pequeño de trescientas cincuenta almas, que vio marcharse antaño a buena parte de sus hombres. “Hasta 70 hombres de mi pueblo han trabajado en Trimouns, ahora ya solo quedo yo “, lamenta José.
Este trabajo temporero es para él una de las experiencias que más repercusión ha tenido en su vida. Le embargaba la emoción cada vez que se iba de casa. Pero eso es lo que ha elegido, volver cada año, hasta el día de la llegada de su jubilación. También está orgulloso de poder decir que en cuarenta años no ha sufrido ni un accidente, ni un solo día de baja. No es valor lo que le falta. Lo cierto es que, habiendo crecido en una familia de agricultores, forma parte de una generación hecha al trabajo duro, robusta.
Un lema que ha seguido, para que la vida en la montaña de Trimouns, fuera más llevadera era, según comenta “cuando estás fuera de tu hogar para varios meses, es bueno mantener buenas relaciones, con todos, a ser posible “.
De todos estos años de labor, el recuerdo más impactante que guarda es de cuando transportaron a uno de los suyos, enfermo, al hospital de Foix, a medianoche: “ Me quedé toda allí esperando a que le hicieran toda una serie de pruebas “relata José. Y los momentos más amargos de su vida, esos que dejan una huella imborrable, son los de tener que ir a acompañar a los familiares de uno sus paisanos portellanos, que la muerte los citó en la montaña de Trimouns , y es por lo
que no se puede olvidar de “Pepet” y Enrique Vinaixa”.
      Llegados este punto tan nostálgico, sobre la pregunta ¿Y si tuviera que repetir?, José no lo duda, “volvería a hacer lo mismo”, exclama. Al pasar una página de su historia, se apoderan en él dos sentimientos: LA ALEGRIA DE PODER DISFRUTAR DE UNA BIEN MERECIDA JUBILACION Y LA NOSTALGIA DEL TIEMPO QUE VA PASANDO: “me voy haciendo viejo, pero la vida es así, hay que dejar paso a los jóvenes” concluye José.
Ahora tendrá que hacerse a vivir todo el año a España, acostumbrarse a su nuevo ritmo de vida. Y por primera vez en cuarenta años, no se moverá de allí. José dejará guardadas las maletas en su pueblo, esta vez para siempre.

Y podrá decir orgulloso a su nieto Jesús, “tu abuelo José, fue el último hombre de Portell que fue a trabajar a la “GREDA”, a la montaña de Trimouns”.

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